miércoles, 13 de julio de 2011

A LOS MAESTROS

A LOS MAESTROS 

 Nuestro país tiene una larga tradición no tanto de conmemoraciones cuanto de celebraciones. Al parecer, hay un profundo impacto en los genes o en la memoria colectiva que construimos en lúbricos cruces de ancestros regionales, en el primer caso, o en los reiterados reinados, carnavales y fiestas patronales, en el segundo; quizá se  trate de  una aglutinación particular de ambos fenómenos.
Como quiera que sea, en este mes de mayo asistimos a la fiesta del maestro. En nuestro colegio, hubo actividad (¿celebración o conmemoración?) en tres momentos: cada grupo con su director de grupo en cada sede y jornada; en encuentro plenario en la sede Liceo Femenino y el viernes 13 de mayo en actividades programadas por la Secretaría de Educación Municipal y la Alcaldía.
Con toda seguridad el encuentro de cada grupo con sus docentes fue grato, lleno de tarjetas, cartas, detalles, regalos. Allí se fortalece la dimensión afectiva de esta labor que a veces ofrece sin sabores.
El encuentro de todos los docentes en la sede Liceo Femenino se desarrolló en dos momentos. Un delicioso plato, sazonado con rifas y hermoseado por la presencia diligente y amable de las estudiantes de grado 11º. A ellas vaya un saludo de gratitud y reconocimiento. La segunda parte fue musical. La orquesta de un colegio de la ciudad que interpretó música de variados ritmos y que llevó  al patio rojo a varios de los docentes a bailar. Debo reconocer que somos pocos los hombres y muchos de esos pocos no  bailamos regularmente, lo que demanda que las docentes decidan bailar unas con otras, si es el caso; es que en esta casa que nos acoge y en virtud de la alegría valía la pena disfrutar.
En las actividades municipales sólo asistí a una parte de la eucaristía porque hacia el final de ella me llamaron de casa porque el chiquitín, que por estos meses embriaga de placer el hogar, estaba enfermo. Pero quiero recordar algunas ideas de la homilía del obispo Mons. Edgar de Jesús García. Dijo el obispo que dentro del quehacer del maestro deben estar bien definidas las siguientes tareas: 
  1. Cuidar la vida. La propia y la de cada estudiante.
  2. Enseñar el mundo en apertura y según la verdad de las ciencias humanas. Cada docente se enseña así  mismo (como verdad) delineando la verdad, la bondad y la belleza.
  3. Apoyar la vida de cada estudiante hacia el futuro que se le va señalando.
  4. Responder al hoy de los estudiantes. 
Del   sermón del señor obispo hago eco en lo siguiente:  una educación que tiene a la vida y a la verdad como faros de luz; una educación que reconoce al mundo  como entidad abierta y en devenir como alta mar:  insondable e irreductible; una educación que lleva a la interpretación de señales para la humanidad pero también para el humano-ahí (diría el filósofo), para cada uno en su particularidad; y una educación que interpela el hoy fugaz de los estudiantes que van de paso, de conquista y de huida;  que los aligera y los equipa.
Regresé a jugar con JJ y a sospechar lo que será de él y sus maestros cuando me lo dispute la escuela y se lo lleve la vida… 
Gratitud a los maestros. A los de ayer, a los de hoy y a los de mañana.

1 comentarios:

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